martes, abril 17, 2012

Yo te extrañaré

Ya estamos a 3 meses. 4 como mucho, pero ya empezamos la cuenta regresiva. Hoy me siento como si fuera año nuevo, con ese mismo nervio que invade mi cuerpo y me pone nerviosa. Claro… ese nervio en la guata es porque viene el gran cambio, cuando todos gritamos, nos abrazamos y nos deseamos lo mejor. Hoy yo vivo lo mismo pero al revés. Lo respiro, lo demuestro. Se me cae por las lágrimas que no puedo detener. Las que me nublan mientras manejo, mientras veo tele, mientras intento trabajar o escribir. Mientras te llamo y escucho de tu propia voz que me tranquilizas diciendo que no va a pasar nada malo.

Es que soy demasiado débil para asumir que estás armando tus maletas para partir.

Tus pulmones, tu páncreas y tu hígado se los come tu cáncer. Tu maldito cáncer que te devora como una animal hambriento. Como un especimen sin sentimientos que se come tu cuerpo sin piedad. Sin pensar en los que dejarás aquí, en los que todavía no nacen y se lamentarán porque sabrán de ti por relatos, por historias y por los hermosos cerros de Valparaíso.

Todavía falta. Pero por Dios, cuando termines de empacar los recuerdos, cuando estés cerrando tu maleta para siempre, no olvides meter los mejores momentos que vivimos juntos y cuando estés arriba, nunca dejes de guiarme, de guiarnos y de compartir, por medio de un infinito hilo que amarraremos desde tu corazón y el nuestro, el resto de la vida que no compartirás aquí.

La gente muere cuando los vivos las sacamos de nuestros corazones. Tu jamás vas a morir.

Te amo tata.

Con esta canción marcaremos una nueva historia, cuando quede con tortícolis de tanto hablar buscándote en el cielo...

http://www.youtube.com/watch?v=tUliBzzGI60

sábado, febrero 12, 2011

Bitácora de un adiós

Ayer me hice la dormida para que saliera, como lo hace de costumbre, al patio a descansar. Mirarlo por la ventana mientras las hojas de los árboles se mueven, me provocó un poco mas de nostalgia que la que estaba sintiendo. Es que ya está flaco, más flaco de lo que siempre ha sido, y su cansancio es evidente.

Fue un viernes después del trabajo en que decidí almorzar con él. Me tenía preparado arroz con hamburguesas, ensaladas y un gran trozo de sandía para el postre. Me hablaba de cientos de cosas, de aventuras y copuchas de mi abuela, pero su voz se escuchaba a lo lejos porque mi concentración se enfocó en su mirada, en sus labios oscuros, más oscuros de lo habitual, y en cómo respiraba. O cuánto, tal vez.


Luego de terminar nuestra conversación se fue al patio a llenar sus pulmones de aire nuevo, a conversar con su jardín de ensueño, a mecerse en su silla favorita y escuchar el canto de los pajaritos que quedaban dando vuelta, porque hacía frio. Mucho frio hacía ayer.


Un par de horas más tarde salí a comprar dulces, porque mi adicción a ellos es algo crónica, pero me gusta compartirla con mi tata. Busqué chocolates, todos los que pudiera comprar y los metí en una bolsa que sellé con una rosa morada. Sabía que le iban a gustar.


Volví a la casa rápidamente y le dije. “Tata, te traje un regalo” y sus ojos se llenaron de lágrimas. Rompió la bolsa como un niño de 7 años y sonrió, pero su sonrisa sólo duró unos minutos porque luego, lentamente me miró a los ojos y con la voz entrecortada me dijo... “no sabes cómo te voy a echar de menos cuando ya no esté aquí”.


Me quedé callada y una inmensa lágrima cayó por mi mejilla y no pude decir absolutamente nada. No sonreí, no caminé, no lo abracé. Me quedé quieta con la lágrima que caía lentamente, sin control, la que me dejó pensando hasta ahora…porque tal vez en el minuto no le dije nada, pero la respuesta la encontré hoy, cuando me di cuenta que jamás tendrá que echarme de menos, porque la muerte no es tan dramática cuando existe amor de verdad.


Tatita, algún día te leeré todo lo que he escrito para ti, pero espero que antes de que te vayas, sepas que entre tú y yo, jamás existirá una barrera, porque estaremos juntos por siempre.


Tu muerte nunca nos separará. Porque a pesar de todo, sé que el dolor es inmenso, porque nunca antes me había tenido que empezar a despedir de un ser tan querido, pero soy más grande, soy más mujer y sobretodo, tengo la fuerza para sonreírte más adelante mirándote al cielo.







miércoles, septiembre 08, 2010

Ella

A ella le decían que estaba loca y ella ni se inmutaba con los comentarios del resto. A ella le gustaba ser así. Alegre, gritona y desordenada y no tenía ni la más mínima intensión de cambiar. De simpatizarle al resto o que al resto ella les cayera mal.

Ella andaba por la calle y cantaba canciones antiguas, de esas con las que creció escuchando en una radio que su mamá ponía todas las mañanas de verano cuando las vacaciones llegaban. Ella disfrutaba sus días escuchando cursilerías del amor y con eso se formó un ideal de vida, que hasta el día de hoy lleva en frente y crece sintiendo lo le decían esas canciones al oído.

Los olores a infancia le encantan y si ve algo que le recuerda los 90 se queda pegada recordando lo que alguna vez no tomó en cuenta. Ella valora su colección de boletos de micro y piensa en el día que los haga cuadro para adornar la pared de su pieza.

Ella llora con comerciales en la TV, con noticias tristes y canta el himno nacional a todo pulmón cuando rescatan a 33 mineros bajo tierra. Ella fuma y no le tiene miedo al cáncer porque sabe que esa maldita enfermedad igual se llevará a su abuelo algún día.

Ella camina, porque le encanta caminar y dar saltos, persignarse cuando pasa por alguna iglesia y hablar con Dios cuando lo ve asomado por ahí. Ella recuerda y cada recuerdo lo lleva en su memoria, en su corazón e incluso en su mente. De los recuerdos alimenta sus noches de soledad y sonríe con una lágrima que molesta la vista y no la deja escribir bien.

Ella disfruta cada segundo del día porque sabe que el ayer no volverá jamás, solo a sus recuerdos, solo a su memoria, solo a su imaginación. Ella simplemente vive y disfruta de pequeñas grandes cosas. Porque así es la vida. Para ella las pequeñas grandes cosas son las que la mantienen completamente feliz.

jueves, agosto 19, 2010

El decir Adiós...



A la gente hay que rendirle honores en vida. Cuando las puedes abrazar, cuando puedes sonreírles y darles un beso, cuando un abrazo es poco pero satisfactorio para demostrarles cuánto las quieres. Hay personas sabias y a esas hay que admirarlas de corazón. Aprovechar que están aquí para que disfruten cuánta admiración les tienes y tus ojos puedan transmitir todo ese sentimiento único.

Yo no sé cuánto tiempo más te tendré a mi lado, pero sí sé que quiero aprovecharte a concho, como lo he hecho desde niña cuando me enseñabas lo lindo que era Valparaíso y mirábamos los barcos llegar a puerto desde el cerro, cuando me tomabas en brazo para subir al tren y me llevabas a comprar dulces a algún negocio de por ahí.

Tus ojos se llenaron de lágrimas cuando nos dijiste que el cáncer se comía tus pulmones. Y me dio pena. Tú eres fuerte y hoy, en vida, quiero decirte que eres el mejor y que da lo mismo lo que pase mañana o cuanto haya que gastar. Solo le pido a Dios que no sufras y que donde quiera que estés el día de mañana, seas feliz viéndonos crecer y sabiendo que jamás te vamos a olvidar.

Te amo tata. Eres y seguirás siendo el mejor hombre, porque eres bueno y como lo dice nuestra canción favorita, el quien merece el cielo para sembrarlo entero.

martes, julio 20, 2010

Padres a distancia


Siempre me he preguntado por qué la gente decide pasar la vida con otro. Cómo se darán cuenta que están enamorados, que sentirán mariposas en la guata por la eternidad, que quieren compartir una cama de 2 plazas, almohada, un baño e incluso sueños.

Con el tiempo mi mamá se ha ido desilusionando del amor, y no porque no crea en él, pero a veces la misma vida te revienta el globo del que te sostienes en el aire para ver todo lindo, pero de un momento a otro las canciones que canta Luis Miguel o Mocedades referentes al amor, se vuelven completamente falsas.

Hace un par de años dibujé en una hoja de mi cuaderno de ciencias naturales una familia feliz y la dejé en el velador de mi papá justo antes de partir a vivir a otra casa con mis hermanos y mamá. Creo que ese debe haber sido el primer día más triste de mi vida porque era chica y mis papás se estaban separando. Nos llevábamos un gomero, la pequeña maleta de mi hermana con el estampado de Minnie, sus barbies, mis lápices de colores y recuerdos. Muchos recuerdos.

Viví un mes en la casa de mi abuela, sintiendo un olor diferente, mirando una calle diferente por una ventana que no era la misma que tenía en mi casa. Me sentía extraña. Los sábados ya no se pasaban en Katilandia, ahora eran con padres separados, con visitas desde la mañana, muy temprano, hasta que se ponía el sol. Y después todo lo mismo. A la casa de la abuela a contar cómo había estado la salida con el papá, a ver un rato televisión y después a dormir… en un lugar que no era tu lugar, ni tu cama, ni las paredes que mirabas para conciliar el sueño.

Nunca he escrito de lo que fue para mí vivir con padres separados. Tal vez por inmadurez, tal vez por miedo a fracasar algún día, tal vez por no querer aceptarlo o simplemente porque el dolor es tan grande y el ser humano evita sufrir, o por lo menos eso intento yo.

Como a veces dicen que la gente tiene que caerse para aprender, a mí me tocó doble. Hace como cuatro años atrás me tocó de nuevo y esta vez fui egoísta (o demasiado racional) pero decidí por mis hermanos. Mi mamá se fue de la casa y yo dije que nosotros no nos moveríamos porque ya no éramos unos cabros chicos que iban de un lado a otro. O todos juntos o nada.

Vivimos casi seis meses solos, porque no nos fuimos ni con mi mamá y tampoco vivíamos con el papá, pues él trabajaba desde temprano y volvía tarde a la casa, cuando estábamos acostados, el sol ya se había ido y las noticias hace rato habían dejado su cuota de dramatismo en nuestras cabezas. Había responsabilidades, colegio, universidad y una vida por la que teníamos que luchar. Juntos, siempre juntos.

Hoy tengo miedo. Y un miedo casi crónico porque no me gustaría pasar por ese dolor otra vez. Creo que a nadie le gustaría sufrir así, porque los hijos estamos para sonreír y no ver a nuestros padres con pucheros, durmiendo en camas separadas, pisos distintos e ignorándose en el comedor. A algunos les ha tocado pasar por eso y es admirable como pueden salir adelante. A mí pídanme lo que quieran, pero asumir algo así no es justo, menos favorable para el ser humano que siente y llora cada vez que escucha a sus padres pelear.


miércoles, mayo 19, 2010

Tontas re tontas

Las mujeres somos brutas. Y no es porque los hombres sean más inteligentes que el sexo femenino, para nada, solo que nosotras simplemente no sabemos (o nos cuesta mucho) manejar el sexto sentido que tenemos, o tal vez simplemente llegó atrofiado cuando lloramos en un hospital completamente desnudas al nacer.

Es que es simple. Nuestras mamás querían que el médico que nos trató durante 9 meses en la guata fuese un hombre, ¿y qué pasó? Ese inepto nos mandó el mejor palmazo en el trasero para que respiráramos al nacer. Un bruto que no sabe tratar una mujer. Y si era una mujer la que nos sacaba de ese microespacio donde nos gestamos, era una fémina maltratada por los hombres y de seguro despechada, que se puso feliz porque ahora el dolor lo teníamos nosotras.

Crecimos en un sociedad que nos ha metido en la cabeza, toda la vida, que el hombre es el que tiene que llamar, el que nos tiene que invitar a salir y el que tiene que abrir la puerta del auto para que nosotras digamos “si, es un hombre cortés y vale la pena”. Pero la realidad es otra.

Hombres como los de las películas de Disney no viven en este planeta. ¿Acaso creen que La Cenicienta no tenía que servirle desayuno en la cama a su príncipe después de dos años de matrimonio?, ¿O se les pasó por la cabeza que Tritón, el papá de Ariel, no le dijo antes de que se fuera del mar que una mujer tenía que estar para lo que su esposo necesitase en el futuro?. Machistas. Eso es lo que son. Unos verdaderos sacos de ave revuelta, que al final son siempre lo mismo.

Los hombres creen que porque les das un beso te tienen ahí. Te pueden llamar cuando ellos quieran, cuando se acuerden de que existes, de que eres alguien gastando luz y agua en este mundo. Pero nosotras somos tontas y bien tontas. Juramos que porque nos pidieron nuestro número de celular, los insectos caen rendidos con nuestros encantos.

Hoy creo que nosotras, al igual que ellos, deberíamos tener un corazón de fierro para que nada nos mueva ni un centímetro del piso y sigamos nuestra vida aceptando que muchas veces la única respuesta a un comienzo de relación es que simplemente el no te quiere.



miércoles, mayo 12, 2010

Una zurda de tomo y lomo

Hace tiempo que no me detenía a escribir. Tal vez porque estaba juntando melodías de canciones cebolla para inspirarme en este momento, tal vez porque mi cabeza andaba enamorada por ahí, o quizás, y es lo más probable, es que mi mano izquierda haya estado averiada por las tantas veces que choco con la puerta, porque me caigo sin explicación o porque simplemente las palabras no se unían en el hemisferio zurdo de mi mate. Es que soy zurda y eso me hace un poco diferente al resto de los humanos.


Ayer cuando me junté con mi primo a conversar de las cosas locas de la vida sentí por primera vez que era discriminada. Ya bueno, no por primera vez, pero tal vez lo asumí. Me subí a la D15 para bajarme en la puerta de Starbucks de Príncipe de Gales y qué pasó… la cajita para pasar la Bip estaba al lado derecho… me tupí entera. Me costaba algo tan simple como cambiar la tarjeta de mano y listo.


Después de un par de conversaciones volví a mi casa frustrada. No existe un cuchillo en esta casa para mí. ¡Claro! Todos tienen el filo para el otro lado y yo me tengo que comer la carne de una manera grotesca. Las puertas se abren con la mano derecha ¿y cómo las abro yo? De una manera muy morfa. En el colegio las tijeras no eran un tema. Tal como aprendí a comer, aprendí a usar una de esas para hacer regalitos del día de la madre con papel lustre.


El lápiz grafito estaba condenado a ser estrangulado por un aparatito amarillo que me decía cómo tomarlo. El cuaderno lo uso un poco chueco porque los espirales no son mis amigos, el saca corcho, el reloj, el sacapuntas, la guitarra, el tip-top. Ahora me pregunto ¿porqué mi mamá le habrá prohibido a la tía del jardín que me amarrara la mano cuando era un piojo chico? Caterinna, es simple, dice ella, porque si naciste así crecerás así y nadie te molestará. Además eras y serás siempre un piojo zurdo que se anda tropezando por ahí sin vergüenza alguna.


Es verdad. Total por más porrazos que me pegue, seguiré siendo igual de zurda hasta el día que me llamen para juzgar las estupideces que hice zurdamente en tierra. Por lo menos sigo siendo feliz.


Texto: Caterinna Migliorell!

o Lucrecia de la Mancha





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